Por buen camino

¿Por qué arriesgarnos a gestionar desde la soledad cuando podemos hacerlo contando con el apoyo del resto de personas que conforman nuestra organización? En un entorno como el actual en el que el conocimiento ha desplazado a la tierra, el trabajo y el capital como factor clave en el que apoyar una ventaja competitiva sostenible en el tiempo se ha convertido en fundamental el lograr aprovechar al máximo el saber y la experiencia que acumulan nuestros colaboradores para alcanzar una posición de privilegio en la feroz y continua lucha por la supervivencia y desarrollo de nuestras organizaciones en la sociedad globalizada del siglo XXI.

A través de la aventura-experiencia del Camino de Santiago y basada en una actividad real, “Por Buen Camino” desarrolla los puntos principales sobre los que se apoya el trabajo en equipo, cuyas bondades el autor ha podido contrastar en su experiencia profesional con equipos comerciales en multinacionales del sector textil.

En el Camino podemos apreciar cómo los peregrinos siempre tienen una buena palabra con sus colegas de ruta. Cuando se cruzan con otro caminante siempre se intercambian un “¡buen camino!” como si fueran personas que se conocieran desde hace años, cuando en realidad es la primera vez que se ven en su vida. Sin desconfiar de los demás, tratándose todos como iguales, haciéndose entender aunque hablen en distintas lenguas.

Muchas personas trabajan de manera desinteresada por ayudar a los peregrinos; gente que comparte sus experiencias con desconocidos sin ningún temor ni recelo. Esto reafirma la idea de que en las organizaciones actuales deben existir motivaciones adicionales a la mera y fría, aunque necesaria, remuneración monetaria. Muchos están dispuestos a hacer por su propia voluntad, y a cambio de ninguna recompensa material, cosas que bajo el paraguas de la obligación no estarían dispuestos a llevar a cabo por dinero.

El secreto está en el profundo respeto hacia las personas y en conseguir que esas personas se sientan a gusto formando parte de una colectividad. Esta es la motivación principal que mueve al ser humano a esforzarse por alcanzar aquellos propósitos y objetivos que se fije.

Debemos asumir el compromiso de esforzarnos en fomentar, a todos los niveles, la comunicación y la confianza entre las personas que forman parte de nuestros equipos así como ampliar la delegación de la toma de decisiones en otras personas y a partir de ahí compartir responsabilidades y crear un auténtico equipo que sea capaz de gestionarse de manera autónoma y de responder a las actuales y futuras necesidades y oportunidades que se presenten, buscando siempre adaptarse al cambio continuo.